Capítulo 6: Mis Amigos en la Oscuridad-historias de superación personal

Y así pasaron los meses, y los muchos años que, estaba seguro, aún me quedaban por resistir. Vivía una vida de soledad, aunque nunca estaba solo. Tenía a la bebé, pero ella apenas hablaba y yo me había volcado tanto en su cuidado que ya se me había olvidado quién era yo. El Miércoles Negro nunca se fue. La rutina se convirtió en mi única forma de pasar los días: trabajar, limpiar, cocinar, atender a los empleados, negociar con los proveedores. Un día tras otro, sin pausa.

Pasó casi un año. Un año en el que el tiempo, para mí, se había detenido. El duelo seguía tan fresco como el primer día. Aquella mujer no volví a verla. Me enteré de que se había marchado, que había regresado a su ciudad de origen. La puerta a un posible regreso, por doloroso que fuera, se cerró para siempre. Ahora estábamos solos, mi hija y yo, sin esperanza alguna de que volviera.

cómo afrontar la soledad profunda

Y entonces, la rutina se rompió de la peor manera. La bebé empezó a enfermarse. Cada dos semanas, una gripe, una fiebre, un malestar constante. No sabía cómo expresar su dolor, pero yo lo deduje. Su cuerpo estaba somatizando el vacío y la soledad. Incluso después de un año, a veces, en la quietud de la noche, seguía buscando mi pecho en un acto reflejo de una herida que no cerraba

Mientras ella luchaba con sus pequeñas batallas, yo seguía hundido en mi miseria. Mi verdadero infierno comenzaba cuando el sol se iba. Mis largas noches se convirtieron en mi refugio. Esa habitación la recuerdo perfectamente. Mis amigos en la oscuridad eran las cuatro paredes, un libro y una botella de alcohol. A las paredes les contaba todo, hablaba con ellas como si fueran personas, descargando la angustia que no podía mostrarle al mundo.

Tema de Paternidad:

Y había un amigo más, uno insoportable y constante: el olor a mierda de gato. Una vecina tenía un gato, y su olor se filtraba en mi cuarto, impregnándolo todo. Ese olor se convirtió en la banda sonora de mi sufrimiento, un compañero fiel en mi aislamiento. Dormía a ratos, quizás una hora seguida, y el resto del tiempo lo pasaba sentado en la cama, caminando en círculos, llorando en silencio y preguntándole a un Dios en el que no sabía si creía: «¿Por qué? ¿Por qué yo, Dios mío?».

perder la identidad personal

Cada quince minutos, el pánico me sacudía y me levantaba para ir a la habitación de mi hija. Las voces de los vecinos resonaban en mi cabeza: «Revísala, que no se vaya a ahogar». El miedo a que le pasara algo, a que la única cosa que me aferraba a este mundo desapareciera, era una tortura constante. Ella era mi ancla y mi condena, la razón por la que no me dejaba morir.

Cuando salía el sol, me ponía la máscara de nuevo. El padre, el jefe, el hombre funcional. Pero por dentro, no había nada. Era un zombi andante, sin salida. Una rata atrapada en la jaula de mi propia vida, corriendo en una rueda sin fin.

sentirse atrapado en la vida

 

Más Reflexiones para Ti

La crónica de un emprendedor que lo perdió todo. Un viaje a través del fracaso, la depresión y la pérdida de identidad para encontrar la fuerza en el único motivo que le quedaba: su hija."

Capítulo 10: El Veredicto de la Calle

En el capítulo 10, su descenso se acelera con pastillas para el insomnio y el rechazo de su comunidad. Etiquetado como un villano, busca una señal divina, pero la realidad tras la visita a la iglesia es aún más desoladora.

Read more >
HOLA MUNDO