La Jaula Elegida y el Uniforme Rojo.Mi estado de ánimo era pésimo. No encontraba una salida y cada día que pasaba me desesperaba más. Era una situación que no lograba entender, pero el combustible de la niña, verla crecer sana, me mantenía a flote. Yo seguía trabajando, aunque mi vida era un constante caos y las cosas en mis negocios ya estaban cambiando drásticamente. Para complicarlo todo, una tía de la niña, familiar de la madre, había empezado a visitarla por ratos.

Su presencia no me agradaba, porque inevitablemente me recordaba a la mujer que nos había abandonado. Pero mi memoria ya no la a traía como pareja, sino desde la pura venganza. La rabia de saber que había dejado a su niña sola, que le había robado el derecho sagrado de tener una madre. Esas ideas reforzaban cada día la certeza de que no volvería jamás.

Los días transcurrían en un silencio pesado, y las noches estaban llenas de la rutina de los negocios, de los empleados con sus chistes malos y sus propias desgracias. Todo aquello me golpeaba en la cabeza como una pelota. Mientras tanto, las consecuencias de mis noches de soledad y olor a mierda de gato empezaban a pasar factura. El negocio, de repente, ya no vendía lo mismo. Los problemas eran mayores y los empleados habían empezado a marcharse. Ya se habían ido tres.

El olor a gato, mi viejo compañero, ahora era un imán. Quería ir más rápido a esa habitación, anhelaba estar ahí el mayor tiempo posible. Le había cogido el gusto a mi jaula. La niña y yo continuábamos nuestra vida como si nada; ella en la guardería y yo con una chaqueta roja que se había convertido en mi uniforme, en mi foto diaria. Siempre me la ponía, porque me recordaba a ella.

Los días sin fin eran insoportablemente largos y todo se desmoronaba. Empecé a peregrinar más temprano hacia mi jaula, a ese lugar que ahora sentía como mío. Desde allí llamaba a mi familia para seguir alimentando mis desgracias, porque sentía que, de alguna retorcida manera, ese acto de desahogo sanaba la herida. Ahora, las llamadas duraban horas.

el caos se normaliza y la soledad se convierte en un refugio. Entre un negocio que se derrumba y el recuerdo de una traición, elijo mi propia jaula y la convierto en mi nuevo hogar.

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